En España, a fin de temporada, los podencos y galgos utilizados en la caza, son con frecuencia sacrificados y, como se puede ver, en alguna ocasión con tintes auténticamente sádicos: Palos en la boca para que mueran de hambre, ahorcados con los patas rozando el suelo para que la agonía sea más larga, o simplemente atados y abandonados.
Muchos de ellos, la mayoría hembras, tienen la dentadura destrozada por la glucosa que se les suministra para que sean más rápidos además de vivir confinados en jaulas metálicas de 1 metro cuadrado toda su vida "laboral", también sufren desnutrición y a menudo tienen el cuerpo cubierto de llagas. Estos mueren asesinados de múltiples maneras tales como ahorcados, quemados vivos, en pozos..
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